jueves, junio 11, 2009

Chunchos y civiles

Sólo los chunchos no entienden. Sólo ellos le dan mil vueltas a una cosa para terminar más empecinados que cuando comenzaron, sin ninguna nueva respuesta y con la sola certeza de que, pase lo que pase, todo se puede solucionar con un certero cachiporrazo. Solo los chunchos son obtusos, tercos como mula, negados al entendimiento. De ellos sólo puede venir la incultura, la salvajada, el horror.

Como, en efecto, vino. En forma de violentos enfrentamientos entre un grupo de policías que pretendían recuperar una porción de carretera tomada por una multitud de exaltados ciudadanos amazónicos. El saldo, como todos sabemos y lamentamos, fue una docena de polis muertos y un inconfesable y abultado número de civiles caídos. Al final, cada bando recogió sus heridos, lloró sus muertos y buscó sus desaparecidos.

¿Y los chunchos? Ahí, tranquilitos en Lima, ondeando la macana del progreso que amenaza caer sobre toda cabeza que piense que el desarrollo no tiene más variables que el concepto expeditivo y arbitrario de que, allí donde se esconda una riqueza natural, debe haber también una mano moderna que se encargue de sacarle el jugo para bien de su bolsillo y gloria de toda la peruanidad. Esa chunchería se siente hoy ajena a todo este lío de la selva y abre sus fauces para reclamar una pronta vuelta al sosiego, al orden y al ornato.

Tienen a Alan García como uno más de los suyos. Idealizan el conflicto de la selva como una pugna entre el bien y el mal, entre los antropófagos y los colonizadores. Al final, asumen ellos, tiene que imponerse la luz de la sabiduría sobre la horda de calatos silvícolas, porque así está escrito, porque eso es lo que enseña la historia y, sobre todo, porque todas las revistas de historietas siempre acaban así. Sólo que algo no se acomoda a este vergel.

El concepto de desarrollo que ellos se manejan, sólo es asumido como cierto por ellos mismos y por las voces oficiales. Por quienes ven la brillante oportunidad de otro faenón, por quienes viven del usufructo, por quienes tienen legislación especial que los exime de impuestos y terminan fabricando voraces industrias que arrasan como marabuntas, sin darle espacio ni oportunidad a esa cacareada prosperidad general que, se supone, vendría con los años y el sacrificio.

Pero algo les está saliendo mal a estos salvajes. Están gruñendo como hienas en nombre del progreso. Muestran sus filudos dientes para persuadirnos de las bondades de la inversión desenfrenada. Se sienten absolutos, dominantes, los machos de la tribu. Y, al final, sólo causan náusea y repelús. Como para decirles, zafa de acá, chuncho. Só, García.

2 comentarios:

Rafo dijo...

Publicado en el Semanario El Búho.

Anónimo dijo...

Nada más cierto, los verdaderos salvajes son los del gobierno
Luis